DISONANTE

Manon de Boer. Dissonant 2010. Film color 16mm. 10 min 40 secs.



La calma, el silencio, el vacío y el no-actuar son el origen del cielo y de la tierra.  

Lao Tsé


Dissonant. La bailarina Cynthia Loemij improvisa de memoria las tres  sonatas para violín solo del compositor Eugène Ysaÿe. Esta pieza guarda vívidos recuerdos para  Cynthia, por lo que la improvisación se desencadena a través de la memoria. La bailarina danza sin  música, solo recuerda y ejercita sus habilidades en el espacio mientras va desplegando gradualmente  su temperamento frente a la cámara. Súbitamente se crea un silencio, un corte, provocado por el final  de la cinta fílmica. La pantalla funde a negro durante el minuto que se necesita para cambiar el rollo,  pero se sigue escuchando el sonido de la escena. Se introduce allí un momento de fuga, de negro y de  silencio. Un momento sin rumbo en el que la mente queda a la deriva, se olvida del tiempo y genera el  vacío propicio para que algo se desarme y otra cosa se incorpore: es el acontecimiento que genera un  desplazamiento. 

Las ideas surgen desde el vacío, un vacío que es activado desde una palabra, una acción o un  movimiento que se expresa en un ritmo repetido. En diálogo con la obra de De Boer se presenta este  poema de Drummond de Andrade:  

En medio del camino había una piedra 

había una piedra en medio del camino 

había una piedra 

en medio del camino había una piedra. 

Nunca me voy a olvidar de ese acontecimiento 

en la vida de mis retinas tan cansadas. 

Nunca me voy a olvidar que en medio del camino 

había una piedra 

había una piedra en medio del camino 

en medio del camino había una piedra. 

El poema como acción. Ese acto, al igual que la danza, crea un estado propio, crea tiempo. Entonces, la  disonancia que se expresa desde el silencio, el blanco, el negro, es un acto disruptivo. El silencio es  elocuente. El vacío es parte del proceso de comunicación, es el momento donde nuestro cerebro hace el  esfuerzo por llenar ese vacío. 

Las acciones que muestra De Boer en esta obra enfrentan al público con la experiencia del cine en un  mundo saturado de estímulos visuales, e invitan a dedicar tiempo y prestar atención a lo que genera,  en los espectadores, mirar y escuchar las imágenes. La pieza conduce a la ensoñación a través de una  repetición en la performance de la bailarina, quien reitera una coreografía activada por su memoria,  que se interrumpe por una necesidad técnica. 

La obra de De Boer también está en íntima relación con la obra de John Cage, artista que revolucionó  la música contemporánea y que llevó su práctica más allá de la música, borrando los límites de las  especificidades artísticas. Por eso, tomaremos como referencia la obra Silence para establecer un  paralelismo con la obra de video-danza de De Boer y plantear algunas preguntas, que queremos  explorar: ¿puede el silencio, esa ausencia, ese intersticio en la película ser vehículo de dispersión y  romper con aquella repetición para generar un nuevo ejercicio de pensamiento en el espectador? ¿Es  ese vacío propicio para un nuevo proceso de comunicación?

2.1 JOHN CAGE 

John Cage, compositor, autor y filósofo norteamericano, nacido en Los Ángeles en 1912, compuso  cientos de piezas musicales en su carrera y fue reconocido por haber extendido las fronteras de la  música por la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias. Fue contemporáneo en el arte y el  pensamiento de Andy Warhol y Marcel Duchamp. La pieza 4’33”, la “pieza insonora”, es con toda  probabilidad la creación más célebre de John Cage. 4’33” es una pieza para piano que consta  íntegramente de silencio. El intérprete, un pianista, sale al escenario y se sienta frente a un piano de  cola sin tocar ni una sola nota en el instrumento. El público presencia esta performance sumamente  elemental –el acto de permanecer sentado y en silencio– y vivencia una interpretación dramática y  cautivadora por la inmensa sencillez del concepto. Todo tiene lugar en una sala de conciertos al estilo  occidental, lo cual sitúa al espectador en un contexto cargado de reglas, las cuales son totalmente  subvertidas a partir de la inacción del pianista, que deja al público experimentar el silencio y abierto a  la escucha sensible de sonidos. De esta forma, los espectadores se vuelven oyentes y son llevados hacia  una experiencia sensible, donde se subvierten los procesos de escucha. En esta pieza no hay más que  sonidos, aquellos que son notados y aquellos que no. Cage (1961) dice, en su libro Silence

aquellos sonidos que no son notados se escriben como silencio, abriendo las puertas de la música a los sonidos que  ocurren en el ambiente […] No hay tal cosa como un espacio vacío o un tiempo vacío. Siempre hay algo para ver, algo para escuchar, de hecho, traten de hacer silencio, no podemos […] El propósito de la  música es acallar y serenar el espíritu, haciéndolo susceptible a las influencias divinas” (1961: 8).

Estas palabras  fueron un pilar en la producción artística de Cage convirtiéndose en piedra fundamental de su obra. Entonces, Silence, esta pieza silenciosa, anima a los espectadores a quedarse quietos, a escuchar los  sonidos de la sala y a conectarse con la propia experiencia de la escucha. El hecho de que Cage se ocupe  del tema del silencio puede ser explicado haciendo referencia a su interés por el budismo. Como  expresa Byung-Chul Han (2019) en su libro Ausencia, el budismo es la religión de la ausencia, de la extinción  y de la dispersión, una religión del habitar en ningún lado.  

2.2 DISONANTE 

Bella no es la duración de un estado, sino la fugacidad de una transición.  

Byung-Chul Han 

Manon de Boer pertenece a una generación de artistas que hace más de diez años reflexiona  profundamente sobre la experiencia del cine y el tiempo. En un mundo hipersaturado de imágenes, la  artista propone bajar el ritmo, mirar con detenimiento, ralentizar nuestros modos de ver y de  consumir las imágenes. 

Su obra está centrada en redescubrir los sentidos y las formas de percepción a través del sonido que,  en las instalaciones que ella monta, va unido a la imagen. Trabaja con la estructura del retrato; sus  películas cuentan historias sobre artistas, bailarines, músicos experimentales, amigos, pensadores y  escritores contemporáneos. En estos retratos, De Boer no solo explora el lugar político que ocupan  estas figuras en la esfera social, sino también cómo se nos revela un retrato desde el aspecto  cinematográfico. Como dice Jean-Luc Nancy: 

todo retrato es un autorretrato en el que todo artista  se representa a sí mismo […] Sólo en mi retrato o en mis retratos puedo enterarme de mi ‘mismidad’, y  cada retrato de mí identificará otra semejanza […] Esta relación que el retrato establece se articula en tres tiempos: el retrato (me) semeja, el retrato (me) evoca, el retrato (me) mira (2000: 36).

Existe, entonces, una “semejanza”, un ir y venir entre el retrato y la mirada del espectador; es en esa  representación donde, quizá, surge un reconocimiento –al punto de entregarle toda su confianza– y un  dejarse llevar por lo que se está presenciando. 

En la pieza Dissonant de 2010 la artista realiza un giro y, partiendo del retrato de la bailarina Cynthia  Loemij, incorpora la composición musical y nos introduce en la idea de ritmo y cuerpo.  

La película comienza con un cuadro blanco, e inmediatamente vemos a la bailarina parada en el centro  de un estudio de danza. Empieza a sonar la música de un violín –tres sonatas para violín solo de  Eugène Ysaÿe, una pieza que guarda vívidos recuerdos para ella desde su experiencia como bailarina–.  Ella escucha atentamente, quieta, cierra sus ojos por momentos, sigue sutilmente el ritmo con su  cabeza en el transcurso de aproximadamente los dos minutos que dura la pieza musical. Ella escucha  atentamente, quieta, cierra sus ojos por momentos, sigue sutilmente el ritmo con su cabeza en el  transcurso de aproximadamente los dos minutos que dura la pieza musical. Ella está detenida,  escuchando; sus gestos dan cuenta de un memorizar, como si estuviera siguiendo alguna coreografía  mental. Es para la bailarina y, como espejo, para el espectador un tiempo de escucha...quizá, un  tiempo de búsqueda. 

Luego, la música se interrumpe, y ella cierra nuevamente sus ojos y gira su cuerpo hacia atrás, se  desplaza, intenta seguir el ritmo de aquello que acaba de escuchar, baila mientras la cámara sigue  todos sus movimientos, y se escuchan los sonidos que emite, como su respiración, sus pisadas, los  roces y golpes contra su propio cuerpo. 

Después de unos instantes se detiene, la pantalla funde a negro durante el minuto que se necesita para  cambiar el rollo. Pero aquí seguimos escuchando el sonido de la escena: las pisadas, el diálogo de la  bailarina con la artista y los sonidos mecánicos de la máquina que se generan al cambiar el rollo de la  cámara de 16 milímetros. Durante el momento en que la imagen está en suspenso –que se extiende por  un minuto– se desafía la memoria del espectador, cambia de estado, se lo resitúa y se promueve la  escucha. Así como la propia Loemij tiene que evocar la música desde su memoria, el espectador  comienza quizá a proyectar la imagen del cuerpo danzante de Loemij en la pantalla negra cuando no  hay imagen, como en una especie de inercia, por el sonido y los movimientos repetitivos de su baile. Al  desaparecer la imagen, el público se enfrenta a una disonancia confusa. 

Luego de esta interrupción, la imagen vuelve y se produce una repetición de la escena. Répétition, en  francés, designa el ensayo actoral. También –claro– es repetición. El ensayo como un tiempo de búsqueda y de insistencia. Una y otra vez. Correrse desde lo mismo hacia lo otro. Este es el  ritmo repetido y casi circular que podemos percibir, primero, en la sonata Ysaÿe y, después, en la  performance de Loemij, un ritmo reiterado que nos conduce a un estado de ensoñación que es  activado luego por la ausencia de imagen. 

Todo esto se dispara con la introducción del vacío, del negro, del final de una cinta fílmica. Es un  momento sin rumbo en el que la mente queda a la deriva, pero existe aún la escucha atenta, todavía  estamos en la escena, seguimos percibiendo el cuerpo danzante de la bailarina. Somos oyentes de lo  que está sucediendo. Es una meditación; algo que hace un instante estábamos viendo y escuchando ya  no está; ese vacío nos deja lugar para producir un olvido y, así, surge un nuevo recuerdo o una  posibilidad de pensamiento. 

La textura que se proyecta en la pantalla también revela en el espectador la materialidad de la película,  su suciedad, sus motas, sus fugas de blanco, que se dan por la entrada de la luz. Hay, además, mucha  información en esa textura que nunca deja de estar en movimiento.

Esta textura no solo contribuye a reforzar lo ilusorio de lo que acabamos de experimentar, también esa  vibración sutil estimula lo háptico, el refuerzo de nuestros sentidos y la visualización de otras formas  posibles, que adquieren aquí un interés trascendente: se desenvuelve un pasaje, una transición del  placer emotivo al placer intelectual. 

3 AUSENCIA (a modo de conclusión) 

Un lugar vacío, lleno de vacío. Lugar de una falta. Una ausencia que se nos pone  ante la vista. El corazón de la obra está allí, ante nuestra vista. 

Gérard Wajcman 

Podemos considerar entonces que en la obra Dissonant se pone en juego el discurso técnico y  conceptual. El arte como una idea y como válvula que comunica y a la vez interpela. 

Se transita desde el placer de la primera escucha; luego se pasa al lenguaje corporal que se sirve  exclusivamente de los recursos más primarios, de sus gestos, de sus movimientos, de su aliento. 

Con su danza la bailarina genera un propio lenguaje, propiciado desde la memoria y desde la escucha,  que, de a poco, va transformando al espectador para ser imagen, emoción y movimiento. Ese  movimiento es un paso hacia adelante, es una gramática nueva, es un componente liberador y  vivificante. Es un dejarse llevar por un cuerpo que repite un ritmo que está basado en el recuerdo, que  expresa algo onírico, y que a la vez otorga al espectador una distribución de fuerzas en el campo visual  que está principalmente relacionada con la gravedad. 

El espectador es conducido por la obra; recuerda también la música que acaba de escuchar junto con la  bailarina para, luego, sentirse tomado por la fisicalidad de ella, por su liviandad, por el proceso interno  que está realizando frente a la cámara –un proceso íntimo, anímico y espiritual–. Entonces, ¿qué es lo  

que pretende cifrar la escucha? Barthes (1986) dirá que la escucha sirve para sondear; la escucha sondea la  intimidad. 

Luego se introduce el silencio. Un lugar vacío, lleno de vacío y de escucha atenta. Zhuang zi describe el caminar en la ausencia de este modo: “Mi ánimo no tiene límites. A ninguna parte voy, ni tampoco sé  adónde he de ir. Voy y vengo y no sé dónde debo quedarme. Parto y retorno y no sé dónde está el fin”. (Chul Han, 2019: 19)

Entonces, la disonancia que se expresa desde el silencio, el blanco, el negro, esa ausencia es un acto  disruptivo. Es el lugar de una falta. Una ausencia que se nos pone ante la vista, y ese es el corazón de la  obra, que deja en evidencia aquello que no se puede ver. Expone el vacío. 

Se olvida del tiempo y genera el vacío propicio para que algo se desarme y otra cosa se incorpore: es el  acontecimiento que genera un desplazamiento. Recordar sin cesar la memoria. 

Esa ausencia, ese vacío, es parte del proceso de comunicación de la obra, es el momento donde nuestro  cerebro intenta llenar ese vacío. Un vacío que tiene como propósito situar su condición iterativa como  posibilidad de cambio, como diferencia subversiva. Permite en el espectador un nuevo pensamiento,  un despliegue completo de las acciones, un habitar otro tiempo, que está compuesto por la memoria,  por la huella que ha dejado ese ritmo repetido. El silencio, entonces, bulle simbólicamente.

NOTAS  

https://vimeo.com/463438099 


REFERENCIAS 

Barthes, R. (1986).  Lo obvio y lo obtuso. Paidós.

Cage, J. (1961). Silence. Wesleyan University Press.

Chul Han, B. (2019). Ausencia. Acerca de la cultura y la filosofía del Lejano Oriente, Caja Negra Editora. Hara, K. (2010/2017). White. Lars Müller Publishers.
Nancy, J. (2000). La mirada del retrato. Amorrortu.

Thierolf, C. (2013).  John Cage Ryoanji Drawings. Schirmer/Mosel. 

Wajcman, G. (2001). El objeto del siglo. Amorrortu. 

Colaboradora: Cecilia Álvarez 
Texto presentado en elCongreso Nacional e Internacional de SEMA, Sociedad de Estudios Morfológicos de Argentina, Forma y Lugar, 2022, Córdoba, Argentina.